El río Masacre, tenido como una eventual tabla de salvación para la agricultura y el uso doméstico de las poblaciones fronterizas haitianas, se encuentra en delicado trance.
La sistemática extracción de materiales como arena, grava y gravilla que provocan los haitianos en algunos tramos de su cauce ha hecho temer a los ecologistas que la vida útil del río termine en esta década.
Sobrevive todavía porque recibe agua de varios afluentes que, en las temporadas de lluvias en la zona, son retroalimentadores.
Con todo y esto, al desaparecer progresivamente la capa de su cauce se esfuma también su disponibilidad acuífera.
En un contexto como este, la intención de Haití de abrir un canal derivador sin previo acuerdo con República Dominicana representa una imprudente intervención en esa fuente de agua, ya degradada como recurso natural.
Con un estado generalizado de deforestación, Haití padece desde hace varios años una severa crisis de abastecimiento y almacenamiento de agua que torna más vulnerable su población a la insalubridad y la pobreza.
La acción depredadora ha llegado a territorio dominicano, afectando también nuestros recursos naturales fronterizos. Y poco hemos hecho para defendernos de ese proceso de destrucción.
Independientemente del curso que tome el conflicto actual por la construcción de un canal succionador de las aguas del Masacre, nuestra prioridad es salvar esa fuente de agua prohibiendo estrictamente la extracción de materiales de su lecho y protegiendo sus entornos con una mayor siembra de árboles, para evitar que siga agonizando.
Dr. Ramón Alberto López Ynoa.
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