Y para ello ha de hacer lo de la semilla que debe morir
Ramón López Ynoa |
Ramón López Ynoa – sureXpreso.com | RD
El hombre ha sido dotado de la capacidad de auto regenerarse, de ir escalando niveles en una escalera de satisfacciones a la que no se le conoce cúspide. Si bien es cierto que vive en sociedad también lo es que su actuación tiene motivaciones individuales que los llevan a resistirse, a no conformarse, a quedar medrando a la sombra de la insatisfacción de no haber alcanzado sus metas.
Pero, eso ha
tenido que aprenderlo como respuesta a una competencia depredadora no
controlada del medio que impide, en una clara convivencia insana, el desarrollo
natural y fluido de los procesos sociales y que las cosas se den como deberían
darse.
Esa situación ocurre en sociedades como la nuestra
que, aunque exhiban ciertos niveles de avance económico y de modernización, no
así en sus instituciones que se muestran débiles y en organizaciones sociales que
se configuran con un desfase que abre la brecha sangrante entre lo que debiera
ser y lo que es.
Aquellos que adecuan su comportamiento a “lo que
debiera ser” quedan rezagados y vapuleados por aquellos que interpretan la
nueva forma de actuación desmoralizante creando en el ambiente un sentimiento
de indefensión y de despojo en una lucha desigual que no debiera darse.
Dados los hechos, surgen nuevos desafíos, nuevos
retos, surge la necesidad de ir más allá, de superar las adversidades y de buscar
hacerse con algo más grande, ya sea en términos sociales o históricos.
En la búsqueda de alternativas el hombre llega a un
punto de inflexión. Es el momento de trascender, el de tomar decisiones
desafiantes, de lanzarse tras nuevas oportunidades y nuevos horizontes, sin
detenerse a mirar hacia atrás como lo hiciera la legendaria mujer de Lot.
Y ese comportamiento humano de superarse a sí mismo ha
sido recurrente desde aquella época alegórica en que un grupo de personas
encerrado en una caverna sólo podía mirar sombras que se deslizaban en una pared,
hasta que un individuo, no conforme con estar sólo mirando sombras, tuvo el
coraje de salir de la caverna y ver por primera vez el vasto e infinito
universo.
En República Dominicana existen muchos ejemplos de
hombres y de mujeres que en algún momento de sus vidas tuvieron que tomar
decisiones trascendentales. Podemos mencionar a Matías Ramón Mella, profesor
Juan Bosch, José Francisco Peña Gómez, y otros.
Hay momentos en que una persona entiende que su vigencia
en su entorno llegó al techo y que ahí sólo le queda mirar las sombras de una
realidad que no existe. Intuye que no hay razones para quedarse rumiando estoicamente
en un espacio en el que ya caducó, en el que ya le llegó su fecha de vencimiento,
y que es hora de salir de la cueva, de alzar la vista en lontananza y avistar
nuevos horizontes.
Y para ello ha de hacer lo de la semilla que debe morir,
superando sus propios límites, para vivificarse en una nueva planta frondosa y
robusta en un proceso de transformación necesaria para el inicio de un nuevo estadio
de crecimiento y desarrollo, algo nuevo que es negación de lo viejo.
Eso es trascender.
No hay comentarios:
Publicar un comentario