La calidad educativa en República Dominicana sólo nos la quieren dar en publicidad y mucho marketing, dice el experto en temas educativos
Mtro. Merquelín Féliz Ferreras |
La visión del Estado en materia educativa es
directamente proporcional a la sociedad, una depende de la otra, en pocas
palabras, son inseparables. El poco sentido de crear una eficiente respuesta
educativa en las aulas se traduce en una sociedad que valore más una banca de
lotería, un punto de ventas de sustancias tóxicas que una librería o biblioteca
escolar.
El precio de tener una sociedad educada y organizada
es alto, y muy pocas iniciativas del Estado muestran el interés de asumir ese
precio. Recientemente en un discurso frente a decenas de directores de escuelas
y docentes expresé: "la calidad educativa en República Dominicana sólo nos
la quieren dar en publicidad y mucho marketing" y sólo basta con dar una
mirada a la distribución del presupuesto asignado al ministerio de educación.
Es un caos mayúsculo, ahí cobra todo el mundo y las duplicidades de funciones
al granel. A los ministros de turno que tienen iniciativas de corregir y
mejorar estas estadísticas, les cortan las alas y los frenan en el aire.
Las estadísticas sociales en materia de delincuencia y criminalidad muestran que el rango de los actores de estos delitos está entre los 11 y 35 años de edad, eso se traduce con una sola frase: fracaso escolar.
Este fracaso escolar está condicionado por una series
de variables que parten desde la familia y el contexto social del niño o niña y
que no es detenido por quien debe ser la contraparte, el sistema educativo.
Es curioso, aquí sólo nos alarmamos de la baja calidad
educativa cuando se realizan los estudios internacionales y nos comparan con
otros países, sin embargo, el mayor termómetro de la educación que nos brinda
el Estado lo tenemos en las narices, la sociedad.
Ese rango de edad, de 11 a 35 años es uno de los más
productivos en materia educativa para un individuo, pero, por el poco
compromiso del Estado, se incrementa el fracaso escolar, que es a su vez en el mejor insumo o abono a la creciente ola
de delincuencia que vive nuestro país.
El autor es catedrático
universitario y ex director de distrito educativo.
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